No te perdono.
Dormirse a las 21h00 tiene
consecuencias. Levantarse a las 4h00 como si nada, es una de ellas. Recordar un
evento que prometiste olvidar y que juraste perdonar, también. El recuerdo fue
amargo, intenté varias veces taparlo con uno de los que me gusta, pero seguía
ahí. Analicé todo, y no, no te había perdonado. Te dije que sí, y le dije que
sí a todos, pero no. Mentí. Puedo jurar que pensé que lo había solucionado. Que
mi etapa de compasión se había extendido incluso a esa situación pero no te
alcanzó.
Lo escribí. Escribí que no te
había perdonado y alguien me contestó que no era mi obligación hacerlo, que más
daño me causaba forzándolo. Rechacé el comentario, porque yo no soy así, es lo
que me digo –y le digo al mundo- siempre. Perdonar sana, me repito. Escribí un post
de cómo hacerlo, de hecho. Soy la señorita ‘te perdono’. Se lo dije a Dios, a
Kuan Yin, a mi mejor amiga; les dije que te perdoné, que lo olvidé, que ya fue.
No perdonarte sería llevarte
conmigo y no quiero, porque tú no quisiste llevarme contigo. No perdonarte sería
darte espacio en mi vida, y no podría permitirlo porque tú me apartaste de la
tuya. No perdonarte sería llenarme de rencor y eso significa sentir algo por
ti, y no mereces eso. No perdonarte estaría mal.
Sin embargo, ni la meditación, ni la oración
han logrado que olvide ese episodio. Pero quiero que sepas que lo sigo
intentando, porque entiendo que no lo hiciste con maldad, aunque mi cabeza me
grita que yo fui muy buena contigo y tú no. Lo sigo intentando, aunque merecía
algo mejor. Lo sigo intentando aunque nunca me pediste perdón. Te juro que lo
sigo intentando.
Mientras tanto, lo siento pero
no, no te perdono.
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