De soltar y otras cosas (casi) imposibles

Debemos dejar ir. Debemos aprender a soltar. Debemos arrancar la página, botar el libro, quemar la librería. Debemos, obvio. Pero qué jodido que es dejar ir, soltar y quemar librerías llenas de recuerdos.

-Yo no me casé para divorciarme al año, Juzz-  me dice una vieja amiga (años de amistad, ella recién tiene 21) mientras se maquilla en mi cuarto para ir a trabajar. Conversábamos de relaciones. La conozco desde los 4 años y es una de las personas más divertidas de este país. Divorciada. 'Todo pasa', le alcancé a decir mientras se despedía. Se lo dije de corazón pero creo que no me creyó del todo. Y está bien. A veces, yo tampoco me creo del todo. 

Facebook, red social a la que regresé, me recibió con un wall lleno de frases de motivación, superación personal y resiliencia. A diario, leo frases hermosas que hablan de dejar a un lado el pasado, y abrir los brazos a un futuro maravilloso. Share. Click. Y espero creérmelo. Y que la gente que es -my friend- en esta red social vea y apruebe lo positiva y Deepak Chopra que soy. Qué lindo y mágico sería que cada vez que compartimos una de estas imágenes con frases increíbles, nuestra realidad cambie.

En el arte de soltar, yo sinceramente soy una aprendiz. Y de las más torpes y cojudas. La física cuántica me resulta de fácil aprendizaje en comparación a la práctica del 'dejar ir'. Lo puedo firmar. Probablemente sea mi luna en cáncer o poseo una capacidad de apego bien pendeja. Sin embargo, estoy consciente de algo: que es cierto, si no aprendo a soltar, no voy a ser feliz. Esas frases que compartimos en Facebook y en Twitter, tienen una base real: El apego puede llegar a ser tóxico, dañino y adictivo.

Aplica para todo. Dejar ir un éxito laboral que nos hace creer que nos las sabemos todas. Soltar una situación sentimental que obviamente no da para más. Soltar creencias castigadoras sobre nosotros: - no sirvo para aprender idiomas- -no sirvo para tener una relación estable-. Dejar ir un resentimiento del que solo dijimos 'te perdono' pero sin hacer el trabajo de olvidar. 

Todo tiempo pasado NO fue mejor, fue diferente. Nada más. 

Esa situación fea, terrible y turra que pasaste fue para aprender. Para hacerte más fuerte. Para que la tengas de referencia. Igual con las situaciones geniales. Esa relación hermosa, ese trabajo increíble, ese momento de estabilidad económica que tuviste tienen el mismo objetivo que el mal momento: crecer y aprender. Mía Pineda dice: El pasado es un lugar de referencia, no de residencia. Hagamos la plana. Que sea complicado no quiere decir que sea imposible, aunque así parezca en primera instancia. 

En este camino de aprendizaje de soltar aprendí que no bastaba con escribir una carta -dejando ir- sino que era necesario hacer una cosa más: dejar de hablar del (con el) pasado. Dejar de repetir las creencias que tenemos de nosotros mismos. Dejar de verbalizar que con Juanito hacías tal cosa, que en tu ex trabajo eras tal cosa, que cuando tenías dinero eras feliz. El pasado solo existe porque  hablas de (con) él. Deja de hablar del pasado, y dejará de vivir en la mitad de tu puerta. Yo no visualizo al pasado como un globo que hay que soltar. Lo imagino como una persona mayor agradable que le encanta contar historias y que se quedó hablando de ellas en la mitad de MI puerta. MI PUERTA. Pobre desgraciado. 

Lo peor es que a veces debo pedirle permiso para salir un ratito, y  sigue ahí cuando regreso. Es mi culpa porque yo le sigo el juego y recordamos juntos. Creo que me da un montón de miedo decirle que ya es tarde, y que debe irse. Me cuesta decirle -adiós- aunque me sé de memoria todas las historias que me está contando. Y no es por amabilidad que no le digo 'chao', es por puro miedo y cojudez.

Pero sigo aprendiendo. Hay días increíbles, donde el señor pasado ni aparece por mi puerta porque estoy demasiado ocupada planeando mi vida. Hay otros días donde me cuesta dejar de verlo pero me hago la loca y me pongo audífonos para no escucharlo. Y hay otros, los cojudos y difíciles, en los que me rindo y hasta compro café para sentarme con él a conversar. Estoy consciente que un día de estos voy a sacar a ese señor a patadas. Sobre todo porque la otra vez pasó alguien agradable al que quería conocer y no me dejó (no me dejé) por seguir contando y escuchando historias. Historias que me sé de memoria.

Yo sé que ella no se casó para divorciarse. Yo creo que nadie lo hace con esa intención. Pero es la lección que tiene que aprender. El libro que debe cerrar, el globo que debe dejar ir, el señor al que debe decirle: Buenas noches pero está en mi puerta, gracias por la historia pero es tarde. Adiós. 

Y yo sé que es complicado, porque soltar es más jodido que entender las normas APA, porque mis creencias son férreas, porque el pasado huele a café y a mí me gusta el café.

Pero entendí, y les juro que no fue fácil, que me estoy perdiendo los mejores años de mi vida por vivir aferrada. Y no quiero eso. Quiero tener infinitas historias para contarle a mi futuro esposo, a mis hipotéticos hijos y a mis imaginarios gatos (imaginarios no más, porque no me gustan) quiero disfrutar mi presente y ser más feliz que ayer. 

Todo tiempo pasado NO es mejor, solo diferente.


Comentarios

Entradas populares