Desbloqueando lugares para llorar


Mientras lloraba encerrada en el baño de Segundo Muelle, y pensaba mil cosas también me daba cuenta que estaba desbloqueando otro lugar público para llorar: el baño de un restaurante. Aunque ahora que recuerdo, también lloré sentaba en un restaurante mexicano mientras me atragantaba de flautitas de cerdo. Hace mucho tiempo atrás en Twitter pregunté sobre los lugares donde hemos llorado y podría hacer una lista hermosa donde el mundo ha sido testigo del dolor de corazón que llevamos a cuestas:

  • Quizá uno de los lugares más comunes es el baño de la oficina del trabajo. En el baño de mi trabajo específicamente es complicado, porque no puedo sentarme ya que no tiene tapa. Así que debo hacerlo parada. Y súper turro llorar parada.
  •   Los taxistas de Guayaquil me han consolado más veces que mi mejor amiga. Una vez de hecho, iba a subirme en la parte de atrás lista para llorar todo el viaje, y el conductor me pidió que por favor vaya en el asiento de copiloto por lo que tuve que decirle: ok, pero iba a llorar allá atrás ahora perdóneme pero lo haré junto a usted.
  •   Manejando con playlist y todo. Llegando a mi casa y oficina con los ojos hinchados y decidiéndole a la gente que tengo migraña.
  •  Mi puesto de trabajo. Mientras hago un comunicado o un plan de comunicación digital puedo estar llorando sin que eso afecte mis actividades. El único que no sabe que hacer es Esteban, mi compañero y amigo que se sienta frente a mí. Y que solo repite ¿Juzz todo bien? Ah, gracias Esteban por sacarme del Segundo Muelle y meterme a tu auto a llorar. Parqueadero de San Marino desbloqueado.
  • Hablando de puestos de trabajo, una amiga me contó ayer que lloró en una clase. Donde ella era la maestra. Desbloqueado Vero.
  •  Recordaba a mi Mamiana mientras veía a una abuelita y su nieta en la peluquería, y tuve que secarme las lágrimas con la revista Cosas 1998.
  • Hace poco, corría dentro de mi ciudadela y lloraba como si así bajara de peso. Fue súper extraño. Nunca había podido hacerlo -sí, lo había intentado antes-
  • De acuerdo a las respuestas que me dieron en Twitter, otros lugares desbloqueados son los bancos y los supermercados, pues mientras uno hace fila no queda otra más que pensar.
  •  Las carreteras también han sido testigos de corazones rotos tanto en buses como en autos particulares.
  •  Las filas de migración y las azafatas de avión han tenido que lidiar con el llanto de muchos de nosotros mientras regresamos y nos vamos de lugares emocionales y físicos.
  •  Una vez mi jefe me preguntó por cordialidad si todo bien en mi vida, y lloré con él en el teléfono.
  •  Una amiga me pidió que por favor desbloquee el Parque La Carolina, que a diario ha sido testigo de su llanto y su esfuerzo por estar más rica.
  • Una amiga se compró una cerveza solo para llorar detrás de un árbol en el Parque Forestal.
  • Una de mis mejores amigas, desbloqueó Chalos o D’Andrés. Bien Andreita.
  • Urdesa y la 9 de octubre. Desbloqueados. No por mí, pero desbloqueados.
  • La metrovía guayaquileña. Otro medio de transporte desbloqueado por el llanto que no le importa que miles de extraños te miren fijamente.
  • Estos me encantaron, porque el llanto no conoce de ejercicio físico: En clase de yoga y en pleno WOD en crossfit. Bien chicas.  

Seguro me quedan muchos lugares más por llorar, y sí, soy súper llorona. De hecho creo que mi llanto se activa en cuanto escucha el típico: ¿YA VAS A LLORAR? Sí, y lo haré mis anchas. Porque lo que no se llora se hace tumor y las lágrimas, aunque al inicio no parezca, limpian el corazón. No lloro mucho tiempo tampoco, siguiendo las instrucciones para llorar de Cortázar, solo lo hago tres minutos. No se asuste. 

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