El círculo del desastre
(A todos aquellos que no se dan cuenta y no tienen idea que han estado en el momento preciso con un consejo y un abrazo para ponerme rapidito de pie)
Chuchaqui, con mala noche y odiando cada decisión tonta del
día anterior recibía una ‘capacitación’ sobre los sueños, las metas y esas
cosas que hay que tener para no andar perdido en la vida. Estaba tranquila,
muriendo interna y lentamente, pero tranquila porque había agua y comida. Las
personas que daban esta charla motivacional solo me ayudaban a desear más la
cama de hotel que solo disfruté dos horas, dos, porque chicos eso de beber
hasta el amanecer ya raya en no quererse mucho. No hagan eso. No le hagan eso a
su piel. A su vida. A su alma. Todo iba bien, contando las horas para subirme
al avión y regresar a Guayaquil. A sudar, a comer cangrejos, a dormir lo que me
debía.
Estos chicos motivacionales - no motivacionales nos invitaron a realizar
una evaluación de cada ámbito de nuestras vidas. Para esto, nos facilitaron una
hoja dónde había un círculo y esta circunferencia partida como un pastel
mencionaba secciones como: finanzas, familia, romance…etc. Dentro de cada
partición había puntos a lo largo del 0 al 10. Era muy fácil: marcabas la
calificación con un punto y luego unías estos puntos para ver qué tan equilibrada
estaba tu vida. Entonces podía quedar un círculo perfecto que anunciaba el
equilibrio total de tus decisiones, ó valer verga y que te quede una figura
terrible como la mía. Hasta ahí, estaba normal, analizaba mi figura y me daba cuenta
que no estoy tan bien en mi vida, pero normal. El chico motivador – no motivador,
nos pidió que por favor nos pongamos en pareja y le contemos a esta persona, la
razón de nuestras calificaciones en cada aspecto de nuestras vidas.
Ventajosamente, mi pareja era una persona agradable, que me cae muy bien y el
cual me hace bromas todo el tiempo, entonces no le vi problema. La condición
era no juzgar, ni dar consejos, solo asentir con la cabeza y ya. Dejé que
inicie él. Un hombre mayor de 50 años y un círculo casi perfecto, me contaba su
gusto por la naturaleza (sí, este aspecto también estaba), su relación con sus
hijos, la pasión por su trabajo, detallado pero concreto, me daba gusto
escuchar la tranquilidad de sus palabras. Asumí que esa misma paz iba a salir
de mí. Antes de iniciar a contarle mi círculo del desastre, a modo de excusa y
broma le dije: Recuerde que recién cumplí
26. Bueno, los aspectos son: Trabajo, Finanzas, Salud, Familia-amigos,
Romance, Naturaleza, Deporte, y estoy casi segura que uno se me escapa.
El círculo era éste, pero con diferentes secciones. |
A
excepción de Trabajo y Familia- Amigos, mis calificaciones en los otros
aspectos eran reprochables. Él me escuchó tranquilo y no me miraba. Recuerdo
que cuando llegué a Romance, y vi mi 0 solo dije: Malas decisiones, pésimas. Una, tras otra. Cuando llegué a Salud,
solo pude decir: Descuido. Y aunque
en Familia y Amigos me califiqué bien, salió de mí un: Me falta elegir mejor a las personas que llamo amigos. No lloraba,
pero me sentía vulnerable y expuesta, a pesar de que él me da confianza. Y al
parecer él sintió lo mismo porque saltándose la orden inicial por los
motivadores-no motivadores, tomó mi rueda y empezó a decirme por cada aspecto, lo
que él intuía que estaba pasando. Tiene dos hijos de mi edad, y está segura que
la rueda de ellos es muy parecida a la mía. Este hombre me regaló desde
consejos financieros, palabras de amistad y un: El amor llega, confía, cuando alguien está para uno solo aparece, provocando
lágrimas y ganas de morirme de la vergüenza porque estaba rodeada de gente de
trabajo. Terminó diciéndome cosas más lindas y me dio un abrazo. Cambiamos de
tema, comimos y nos reímos. Esa tarde, por otras situaciones, mi llanto continuó
casi hasta el final del día. Lo chistoso, es que cuando tomé el avión a Quito
iba preparada mentalmente para llorar, pero no por las razones que lo hice.
Viajé para un ‘Comité Ampliado’ un momento de tensión laboral de niveles
absurdos. Iba preparada para recibir críticas mal intencionadas y llamados de
atención por parte de mis jefes al equipo (no por un mal trabajo, sino porque seguimos
siendo nuevas) pero jamás se me ocurrió llorar de auto decepción, de las malas
intenciones personales de una ‘amiga’, o porque alguien anunció su renuncia (yep, lloré por esas tres cosas).
Ese día regresé a mi ciudad agotada
emocionalmente, pero liviana y decidida a mejorar ese círculo del desastre. Ese día esos motivadores- no motivadores me pusieron en la
cara un diagnóstico de lo mal que lo puedo estar haciendo. Gracias. Ese día dos personas, que no tienen idea, me ayudaron a sentirme bien porque no eran mis mejores 24 horas. Gracias.
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