El mejor daño de mi vida.

Que 'ya se te va a pasar' te dicen, y hasta te lo dices. El autoengaño no funciona.
Ahora quieres aceptarlo, y piensas: 'SÍ, acepto esto que estoy sintiendo, quizá sea más fácil olvidar'. 
Oh-Oh. El autoengaño otra vez. 
Y pasan días, meses y nada.
Que asco extrañar. Que asco estar triste. 
Decides que nadie puede ponerte triste, y empiezas hacer cosas. Buenas. Malas. Horribles.
Y dices: Esto no está bien. 
Más días, más meses, más daño.
Te haces preguntas estúpidas, bobas y llenas de esperanza: 'También extrañará todo?'
La parte lógica de ti te grita: NO, ESTÁ FELIZ, NI SIQUIERA FUE IMPORTANTE, NI SIQUIERA LO RECUERDA.
La parte estúpida de ti susurra: Sí, también te extraña.
Y prefieres hacerle caso al susurro porque odias los gritos.
No quieres estar en su vida (ni como partícula insignificante), no quieres que esté en tu vida (no, sino va a estar por completo). Pero están. 
Un pie afuera y otro adentro. 
Ya no te importa, y decides darle la batuta al tiempo.
Tú ya hiciste bastante. Te propones retener el drama. 
La pregunta es ¿Para qué si ya no es igual? Y que asco que no sea igual.
Un pie afuera y otro adentro.
Me falta poco para el 'no va más'.
Mis pies se cansaron de estar separados.



JustinPincayP.


Comentarios

  1. Solo te hace daño porque permites que lo haga. Vamos, ser feliz es fácil, lo difícil es hacerse la idea de que se puede llegar a serlo sin la otra persona, porque la otra persona no está ni quiere estarlo. Lo que sobrevive es la esperanza, que es un cruel veneno que nos invita a creer y luego nos tumba, nos hace caer. La 'otra persona', cuantas nostalgias, cuantos ayeres no cabieron en esas dos palabras, y ya no es el o ella, es una entidad indefinida, un fantasma que vive para atormentar contínua y rutilantemente nuestra existencia. Esa otra persona que está ahí. Que atormenta las tardes del febrero que nunca pasará con nosotros o que mucho menos nos recordará. ni siquiera ha de invocar la memoria el arrullo que solían ser las voces, la bulla intermitente de una sonrisa. Los abrazos casi innecesarios que se terminaron por volver el vacío del que ahora se acoplan. Otras. Otras serán. ¿Por qué? Porque es necesario recordarlos con el más vago de los resentimiento para saber que ellos fueron solo un error de cálculo de esas sinmedidas cuentas que lleva el amor. Un daño necesario. Un ejercicio para el infortunio, para que cuando llegue (con mucha más fortuna) alguien más, podamos sacudirnos tantas nostalgias y abrazarla con miras de vida nueva y si vuelve el error, se cuentan los pasos que se adelantaron, se retroceden y se caminan de nuevo, pues la nueva persona se terminará conviertiendo en la 'otra persona' del ayer, y así como un 'loop' se seguirán cosechando histerias en vez de historias. El amor es eso, una repetición infinita y monótona de pasos (in)necesarios.

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  2. Un bucle sin fin de amor/daño... Nos volvemos adictos al dolor

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